El año de experiencia más los treinta que he vivido
huelen a chocolate con moca;
saben a frambuesa con crema;
se disfrutan con libertad y, sobre todo,
se degustan con sorpresa.
“En un instante hay quienes viven una vida”
o bien, podría ser, que
“hay quienes que en un instante se les va la vida de años”...
Tardé en aprender, pero aprendí.
Esta vez los astros confabularon para que ocurriera el cruce perfecto.
Y allí estuve, lista para tomar mi regalo de cumpleaños,
bello e inesperado y, por lo mismo, casi irreal.
Puedo seguir adelante con la belleza recobrada
en este septiembre que se asomó cargado de sorpresas.
Seguir con el pie derecho y sin temor a dar el paso con el izquierdo.
Me doy licencia para decretar que después de la resaca
viene un instante mágico del otro lado del mar
que refresca el alma para los días venideros.
Después de la resaca hay nuevos rostros de amistad.
Después de la resaca mis amigas, de 17 vidas, continúan intactas con una sonrisa cómplice y un cariño a prueba de lágrimas.
La teoría del instante suele ocurrir después de la resaca y trata de explicar racionalmente algo que ocurre de forma inesperada y, por lo mismo, describe un hecho fantástico. Por lo general, se refiere al cruce de almas que pueden en un instante vivir una vida o dejar los años de vida por ese instante. En cualquiera de los dos casos el disfrute será pleno. He dicho.